Hace 11 años

Estoy harta de ver mensajes de compasión. De ver frases de apoyo, de ver cortinas en vez de ventanas abiertas de la gente que con palabras intentan mejorar un mal muchas veces inevitable.
Estoy harta de que la palabra cáncer se esconda entre tópicos. Que la gente crea que es importante que el mundo apoye y adorne sus vidas con sonrisas marchitas y fingidas, cuando sus miradas delatan sus latidos cada vez más rápidos e irregulares.
Que se escondan las palabras en el nudo de la garganta cuando la imagen de la muerte te está clavando la mirada.
Las palmadas en la espalda, el acariciar de las manos, el pasar de las manos por el pelo marchito por los químicos. Evitar mirar a donde es inevitable mirar. Evitar visitar y decir lo que realmente ocurre, lo que realmente se pierde una persona en el hospital, o tumbada en una cama, o en un sofá. Contar las historias de la realidad. Del mundo que gira.
Estoy harta de que las quejas se anulen, porque no hay nada que supere al cáncer en una persona. De que la vuelta a casa parezca ser una bendición porque uno aún está vivo.
Estoy harta, de que todas esas cosas sólo ocurran por un segundo, y luego cada uno se convierta en el mismísimo diablo.
Esto va por aquellos que dicen alto y claro que el cáncer les corroe. Que dicen alto y claro que pueden con ello, o tal vez no, quién sabe. Va por aquellos que se ríen de la muerte, que les espera cada mañana frente al espejo. Por aquellos que viven con ello. Los que escuchan que un corte de digestión es horrible, cuando a ellos el cáncer les mata. Los que bromean con la vida. Los que saben que una palmada en la espalda no va arreglar nada, pero que una buena historia, un chiste, o tan solo una mirada sincera pueden cambiar un día y alegrar una mirada.
Esto va por los que viven aún sentados en un sofá. Por los que cambian su pañuelo con la época del año, porque aún se sienten vivos, humanos y sanos, aunque tengan los días contados.
Va por los chistes negros, por las bromas de mal gusto. Por el sabor agrio que tiene la vida de repente, cuando ves que la cuesta es cada día más pendiente.
Esto va por los que lo superan, cuyas vidas ha cambiado para siempre. Va por los que se quedan y supieron aprovechar sus momentos. Va por los que vendrán y tendrán que aprender que la vida se mide en momentos y que la compasión sólo cava más hondo un agujero.
Esto va por la sonrisa cada día que hace sentir hasta a los más enfermos que el cáncer es sólo una palabra y ellos son unos guerreros.
Esto va por mi hermana, por mi tía, por mi abuelo.
Esto va por su tío, por su abuela, por su madre.
Esto va por mi perro.
Esto va por todos aquellos que saborean la amargura y la transforman en dulzura, mientras la química les recorre el cuerpo.
Y por aquellos que sujetan la vela a su lado, y hacen del infierno una aventura.
Hace 11 años

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