El riesgo de reaparición de la enfermedad disminuye con el paso del tiempo. Por ello, durante los dos o tres primeros años tras el diagnóstico es aconsejable realizar revisiones cada tres o cuatro meses. Durante los años 4º y 5º las revisiones pueden espaciarse algo más y se realizan cada seis meses. A partir de 5º año las revisiones pueden hacerse anualmente.
Las pruebas que habitualmente se solicitan en las revisiones periódicas tras la realización de una exploración minuciosa suelen ser las siguientes:
- Analítica completa: se determinan parámetros que nos indican el funcionamiento del hígado, del riñón y del resto de órganos.
- TC del tórax: permite observar la zona donde estaba situada el tumor y valorar cómo están los pulmones.
- Ecografía abdominal: permite visualizar la existencia o no de lesiones en el hígado que nos hagan sospechar una metástasis.
- Endoscopia: se visualiza directamente la cicatriz del esófago para valorar su estado.
Es importante que refieras a tu médico, tanto en las revisiones como en cualquier otro momento, no sólo cambios relacionados con los tratamientos, sino cualquier otro síntoma como pérdida de apetito o peso, dificultad para tragar, aparición de dolor, cansancio, etc.
El médico valorará la necesidad de realizar más pruebas.