Comunicación y apoyo

La pareja puede convertirse en tu principal apoyo. Confía en él, acepta su ayuda, y hazle saber lo que necesitas. La sinceridad, la confianza y la comunicación te ayudarán a no sentirte sola y afrontar la enfermedad.

Las palabras, el contacto físico… ahora son más necesarios que nunca. Algunas estrategias que pueden resultarte útiles:

Comparte tus sentimientos de alegría, esperanza, tristeza, impotencia, temor… tú decides cuándo y hasta dónde compartir.

Si puedes, hazle saber todo lo que te está ayudando, por ejemplo “Gracias por ayudarme a preparar la cena a los niños. Me siento bien cuando os veo juntos y siento que puedo descansar”.

Háblale con franqueza y sinceridad sobre lo que te molesta de su comportamiento. Trata de hacerlo de forma clara y descriptiva (por ejemplo, “cuando no me preguntas cómo me siento al llegar a casa después del tratamiento y haces como si no pasara nada, me siento triste y sola”). Procura no emitir juicios ni etiquetas (por ejemplo, no ayudará de nada decir cosas como “eres un egoísta”).

Si necesitas estar sola o en silencio, tienes derecho. Házselo saber.

Tienes derecho a tener tus propias opiniones y a no estar de acuerdo con tu pareja. También tienes derecho a tomar tus propias decisiones. Explícale tus razones. Si optas por callarte y actuar en función de sus deseos para no desagradar, es posible que después te sientas mal contigo misma y que a la larga se produzca un deterioro en la relación.

No tengáis tabúes con la enfermedad. Para mucha gente es beneficioso pronunciar la palabra “cáncer”, comentar la información médica, comprobar si los dos habéis entendido lo mismo. Podéis pedir juntos aclaraciones al personal sanitario si lo necesitáis.

Dedicad tiempo a hablar de otras cosas diferentes a la enfermedad. La enfermedad no debe convertirse en el único tema de conversación. Procurad no perder el sentido del humor. No olvidéis bromear. Os ayudará a desdramatizar y a quitar peso a la situación. También es importante dedicar tiempo al descanso y el ocio compartido.

 

 

Resolviendo problemas en pareja

 

Durante la etapa de tratamiento, pueden surgir circunstancias o pequeñas complicaciones en la vida marital y familiar, problemas que os afectan a ambos y que es necesario abordar. Por ejemplo cómo decírselo a los niños o cómo organizarse en casa mientras estás recibiendo tratamiento.

A la hora de intentar resolverlos, podéis seguir las siguientes pautas.

Escoge el momento para hablar del tema. Procura no estar demasiado tensa o cansada. En el caso de que sientas un fuerte deseo de plantearlo, pero consideres que no es el momento oportuno, puedes comentar “Hay algo de lo que me gustaría que habláramos. ¿Cuándo crees que podrías tener un momento?”

Identifica y concreta bien el problema. Para no perderse, lo mejor es tener bien claro lo que ocurre. Pregúntate “¿Cuál es exactamente el problema? ¿Por qué está ocurriendo? ¿Cuál va a ser el objetivo? ¿Qué necesito que ocurra para solucionar el problema?”. Por ejemplo, “Como ahora paso menos tiempo en casa porque tengo que ir al hospital a recibir los tratamientos, necesitamos resolver cómo organizar el tema de las comidas, cómo hacer la compra, elaborar el menú de la semana y quién cocinará cada día y en qué momento”, en lugar de decir algo como “Esta casa es un caos, aquí no hay quien viva, sois todos unos egoístas, vosotros veréis cómo vamos a comer”.

Piensa en todas las posibles alternativas de solución que se te ocurran. Puedes hacer una “tormenta de ideas”, plasmando en un papel una lista lo más larga posible de soluciones, sin descartar ninguna de entrada, aunque puedan parecer tonterías. Hazlo también con tu pareja, de esta forma es probable que surjan ideas más creativas, en lugar de quedaros con lo primero que se os ocurra.

Valora cada una de las alternativas, analizando las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas.

Escoged juntos la solución más ventajosa, eligiendo aquella que sea la más favorable para la pareja, teniendo en cuenta que no existe una solución perfecta. 

Elaborad un plan de acción para poner en marcha la solución escogida. Muchas veces dedicamos mucho tiempo a hablar acerca del problema y luego nadie hace nada, porque no se ha concretado lo suficiente cómo hacerlo. Así que antes de acabar, tened claro el quién, el dónde, el cómo y el cuándo se va a hacer.

Pasado un tiempo, revisad cómo os ha ido, si el problema se ha resuelto o si sigue pendiente, si es satisfactoria la manera en lo que se ha hecho. Valorad los pasos que se han dado y considerad si es posible mejorar algún aspecto. Si el problema no se ha resuelto, quizás merezca la pena volver al principio e intentarlo de nuevo. 

Celebrad la solución, poniendo el acento en el esfuerzo realizado más que en los posibles fallos detectados. (“Me alegro de que me hayas ayudado con la casa y que hayas hecho un esfuerzo por salir antes del trabajo. Para mí es importante que hayas colaborado, me ha ayudado a sentirme mejor”).

 

Mi pareja y el cáncer de mama 

 

Durante la enfermedad, tu pareja puede ser una gran fuente de apoyo. Dale la oportunidad de compartir contigo la situación que estás viviendo.

 

Aunque tú eres la protagonista y tú eres la que debe tomar las principales decisiones, puedes hacerle partícipe de la información que recibes, de las consultas médicas, o pedirle que te ayude a decidir o que te acompañe cuando vas a recibir tratamiento.

Aunque muchas pacientes prefieren evitar malestar a sus familiares y no comparten con la pareja sus momentos de tristeza, temor o preocupación, vivir junto a la otra persona estas situaciones es una opción, que evitará que os sintáis alejados uno del otro.

 

¿Si él fuera el enfermo, no querrías tú estar a su lado en todo momento por si te necesita?

Algunos consejos:

  • Pide lo que necesites. Tu pareja no puede adivinarlo. A veces, puedes necesitar estar sola y en otros momentos querrás compartir lo que estás sintiendo. Pero recuerda, que pidas ayuda no significa que no puedas seguir haciendo cosas por ti misma.
  • Pídele su opinión, implícale en la toma de decisiones. Aunque tú decidas en última instancia, valorar conjuntamente las cuestiones a decidir puede facilitarte el proceso.
  • Escucha a tu pareja. También puede estar sintiéndose mal.
  • Trata de mantener una buena comunicación.
  • La pareja está para lo bueno y para lo malo. Llorad juntos, si es necesario, compartid los momentos más duros. Puede ser una experiencia que os una y fortalezca la relación.
  • Procurad encontrar espacios y tiempos para la pareja y la intimidad.
  • Seguid compartiendo momentos cotidianos, aparentemente insignificantes.
  • Si observas que tus relaciones sexuales se están deteriorando, y para ti constituyen una parte importante de vuestra relación, plantéale cómo puedes mejorarlas. Puedes buscar ayuda de un psicólogo especializado si sentís que solos no podéis hacer frente a esta nueva situación.

 

 

Mi pareja no me apoya lo suficiente

 

En algunos momentos puedes sentir que tu pareja no te dedica el suficiente apoyo y atención. Es posible que tú misma, en un afán por ahorrar sufrimiento a tus seres queridos, estés dando una imagen de persona fuerte que puede hacer pensar al otro que no lo estás pasando tan mal o que no necesitas ayuda.

A veces la pareja está negando la enfermedad y pretende continuar como si no pasara nada. Puede ocurrir que no sepa qué hacer ni cómo comportarse contigo.

En ocasiones, los conflictos que existían anteriormente se agudizan con la presencia de la enfermedad. Si éste es tu caso y no recibes la ayuda que necesitas, es normal que te sientas decepcionada, sola o dolida. Te sugerimos cómo puedes afrontar esta situación:

  • Haz saber a tu pareja que necesitas su apoyo. Dile cómo te sientes y aclárale qué necesitas en concreto. Es posible que haga falta que se lo pidas con mayor claridad. Especifícale si lo que necesitas tiene más que ver con lo emocional (por ejemplo que te abrace, que te escuche, que esté a tu lado) o con cuestiones prácticas (que te ayude con los niños, con las tareas domésticas).
  • Si no consigues cambiar la situación, busca alternativas. No pierdas mucho tiempo lamentándote de cómo te gustaría que fuera todo. Es algo que a veces ocurre. Por ejemplo, puedes recurrir temporalmente a alguien que te ayude en casa o con los niños. O puedes hacer la compra a través de Internet o por teléfono.
  • Busca apoyo en otras personas: padres, amigos, otros familiares, un psicólogo, un grupo de apoyo… Si lo necesitas, comparte con ellos cómo te sientes.
  • Si no te ves con fuerzas para afrontar las dificultades que están surgiendo en tu relación de pareja en estos momentos, posponlas para más adelante, cuando estés más recuperada.

 

Vida en pareja 

 

La relación de pareja es una parte muy importante de la vida de muchas personas. Cuando te diagnostican un cáncer de mama, la relación puede ser un apoyo fundamental, pero también puede ser una fuente de estrés.

Dependerá en parte de los recursos que ambos tengáis para afrontar esta nueva situación y de cómo los utilicéis.

Es importante que seáis capaces de mantener una comunicación adecuada, de manera que la enfermedad no se convierta en un tabú, que podáis ir resolviendo juntos los problemas que surjan y os apoyéis mutuamente. Si valoráis la forma en la que os estáis comunicando, los silencios, las actividades que compartís, las necesidades de cada uno, la forma en que estáis resolviendo los problemas o compartiendo tristezas y alegrías… quizás encontréis la forma de seguir sintiéndoos cerca el uno del otro sin que la enfermedad afecte a la relación.

En el caso de que no tengas pareja, puedes encontrar apoyo en otras personas durante el tratamiento. Y si deseas establecer o surge una relación, no hay motivo para que no lo hagas. En este caso, puedes aprender a manejar tus dudas, miedos y tu inseguridad ante la nueva relación.

 

No tengo pareja 

 

Si no tienes pareja, es normal que te sientas algo insegura cuando te plantees establecer nuevas relaciones después de haber sido operada.

 

Tu enfermedad, los cambios en tu imagen,… son aspectos que han cambiado tu vida y puedes temer las posibles reacciones de la otra persona.  No obstante, es una cuestión que merece la pena afrontar.

Si constituye una faceta de la vida que es importante para ti, no puedes aplazarla indefinidamente. Y si has iniciado una nueva relación, ármate de valor y reflexiona acerca de cuándo puede ser el mejor momento para hablar sobre la enfermedad.

 

Cuándo y cómo hablar sobre la enfermedad

 

  • Si no tenías pareja en el momento de la enfermedad, podrías tener dudas acerca de cuándo y cómo informarle de esto a una nueva pareja. Confía en ti misma para saber cuál es el mejor momento para compartir este aspecto de tu vida. Sobre todo es importante que esperes hasta sentirte serena y a gusto contigo misma.
  • Tú decides si se lo dirás al principio de la relación o más tarde. Recuerda que esta decisión es tuya y de nadie más.
  • Puede ayudarte practicar antes de decírselo delante del espejo, con un amigo o con un psicólogo.
  • Busca un momento íntimo y relajado para hacerlo.
  • No existe una única fórmula para contarlo. Trata de contarlo con naturalidad y sin dramatizar, sin tabúes y sin añadirle más importancia de la que tiene.
  • Aunque pueda ser una situación incómoda, recuerda que tu pareja necesita aceptarte tal y como eres, y que tú también necesitas sentirte aceptada tal y como eres. Aborda este tema si para ti es importante tener una relación basada en la comunicación y confianza.
  • La reacción de la pareja te aportará mucha información de cómo es realmente y de qué tipo de apoyo te podrá ofrecer. Son muchas las personas que al escucharlo reaccionarán con comprensión, admiración y cariño. Pero si te rechaza, es posible que no sea la persona que necesitas a tu lado en este momento.

 

 

Afrontando el miedo al rechazo

 

  • Es normal sentir miedo al rechazo. Se trata de un sentimiento humano. Pero no por tener miedo debes dejar de relacionarte.
  • Valora todos tus puntos positivos y reflexiona acerca de tu valía como persona, más allá de los cambios en tu cuerpo que han supuesto la cirugía y los tratamientos.
  • No olvides que la enfermedad no tiene por qué ser un obstáculo para el amor o la sexualidad. Las relaciones de pareja se basan en el amor, la confianza, el atractivo mutuo, la afinidad entre las personas, las experiencias comunes, los intereses compartidos, y los sentimientos, y por tanto no dependen únicamente de la imagen física o de la salud de uno de los dos.
  • Recuerda que el atractivo físico suele estar basado en una imagen de conjunto que transmitimos, no únicamente en una parte de tu cuerpo.
  • Para poder estar con otra persona, te ayudará trabajar tu autoestima. Si estás volviendo a gustarte, es más fácil que puedas gustarle a otras personas.

 

Sexualidad 

 

La sexualidad es importante para muchas personas y generalmente, suele tener un peso relevante en las relaciones de pareja. Si éste es tu caso, recuerda que puedes hacer muchas cosas para que la enfermedad afecte lo menos posible a tu sexualidad y a tus relaciones íntimas.

 

Es importante que conozcas las consecuencias de los tratamientos y de la situación emocional que estás atravesando sobre la sexualidad. Infórmate sobre anticoncepción. Y si tienes pareja, hablad del tema y no permitáis que se convierta en un tabú.

Muchas parejas consiguen vivir una sexualidad satisfactoria después haber tenido un cáncer. Para ello es fundamental vivir los cambios físicos con naturalidad, tener una información completa y no aplazar este tema indefinidamente.

 

 

Relaciones sexuales

 

Es posible que después de tu enfermedad hayas notado cambios y alteraciones en tu funcionamiento sexual. Algunas personas sienten que ha disminuido su deseo sexual y la frecuencia de las relaciones. Puede ocurrir que te sientas menos deseado y propicies menos el contacto físico. Estos cambios son bastante frecuentes y están relacionados con diferentes factores físicos y psicológicos.

Debes saber que la sexualidad no es sólo algo físico: depende de cómo te encuentres física pero también psicológicamente.

Además, la manera en que se retomen las relaciones sexuales dependerá bastante de cómo eran las relaciones antes del diagnóstico.

A nivel físico:

  • Uno de los cambios físicos que pueden aparecer tras el tratamiento es la amenorrea o supresión de la menstruación, como consecuencia del la quimioterapia y/o el tratamiento hormonal. Los síntomas relacionados con la amenorrea son fundamentalmente sofocos, cambios en el sueño, sequedad vaginal y alteraciones emocionales.
  • La quimioterapia por sí sola puede causar sequedad vaginal, pérdida de elasticidad vaginal, dolor en el coito o disminución en la capacidad de alcanzar el orgasmo.
  • El cansancio físico, la presencia de dolor y el malestar general pueden afectar también al deseo sexual. 
  • No están claros los efectos del tamoxifeno en la sexualidad.

A nivel psicológico:

  • La ansiedad, el estrés, la depresión y algunos fármacos utilizados para su tratamiento también pueden provocar falta de deseo y pérdida del placer. 
  • Los sentimientos de pérdida de atractivo físico, el deterioro en la autoestima y la imagen de sí misma como consecuencia de la enfermedad y los tratamientos pueden disminuir el deseo sexual.

 

 

Cómo mejorar la sexualidad tras el cáncer

 

La sexualidad ha sido un tema tabú durante muchos años. Por eso, es normal que para algunas parejas todavía no sea fácil hablar de sexo. No obstante, ser capaces de hablar con naturalidad y abiertamente del tema puede ayudar a mejorar la confianza de la pareja y a tener unas relaciones más satisfactorias.

  • Si la sexualidad ha sido siempre para ti una parte importante de tu vida y de tu relación de pareja, es recomendable que procures reanudar las relaciones sexuales lo antes posible tras la cirugía.
  • Si eres mujer, las molestias ocasionadas por la sequedad vaginal pueden mejorar y desaparecer empleando lubricantes vaginales (no hormonales, las cremas con contenido hormonal deben ser pautadas por el médico) antes de cada relación (que podrás adquirir en farmacias y en hipermercados). 
  • Habla con tu pareja. Explícale cómo te encuentras, hazle saber que deseas iniciar de nuevo vuestra vida sexual, o bien infórmale de que, aunque deseas hacerlo, aún no te sientes preparado y necesitas un tiempo para recuperarte.
  • Quizás haya que buscar nuevas formas de proporcionar y recibir placer. Hazle saber qué necesitas: por ejemplo, dale ideas sobre cómo prefieres que te acaricie, o si lo que deseas en este momento es una sexualidad menos genital. Recuerda que independientemente de la fase de la enfermedad o el tratamiento que estés recibiendo, las caricias y los masajes entre la pareja siempre son posibles. La capacidad para sentir placer por el contacto siempre permanece. Un ejercicio interesante que os puede ayudar a retomar la confianza y la intimidad es acariciaros por turnos sin límite de tiempo, explorando todo el cuerpo de la otra persona y excluyendo inicialmente la zona genital, de manera que el acariciado vaya haciendo de guía al otro e informándole de dónde y cómo las caricias le resultan más satisfactorias.
  • Habla con tu pareja de sus preocupaciones y temores. Es posible que tu pareja se sienta insegura, que tenga miedo a hacerte daño o que no se atreva a acariciarte cerca de la cicatriz. En este caso, es importante que le ayudes a normalizar la situación y a superar ese miedo. A veces, algunas personas interpretan este miedo como que su pareja ya no la desea. Otras veces, ninguno de los dos toma la iniciativa porque creen que el otro no está preparado, aunque ambos desearían retomar las relaciones. Evita las malas interpretaciones y procura hablar abiertamente del tema.

 

 

Consejos para una sexualidad más satisfactoria

 

  • Ten en cuenta que la sexualidad puede tener muchos fines: comunicación, placer, reproducción…
  • La sexualidad no es genitalidad... La genitalidad es sólo una parte del “menú sexual”. Recuerda, el placer está en todo el cuerpo.
  • La sexualidad tiene que ver con la comunicación sincera de deseos y necesidades, de lo que prefieras o necesites en cada momento. 
  • Tu pareja no puede adivinar tus deseos: es necesario que se los comuniques. 
  • No olvides que los dos tenéis derecho a disfrutar. 
  • En el sexo somos eternos principiantes: nunca dejamos de conocernos, de conocer al otro, de aprender nuevas maneras de recibir y dar placer. Tras la enfermedad, se inicia una nueva etapa de aprendizaje personal y para la pareja. 
  • En las relaciones sexuales, la monotonía puede ser un enemigo. Procurad ser imaginativos. 
  • El “menú sexual” ideal debería incluir juego, aventura, sentido del humor y comunicación. 
  • La sexualidad no es una carrera ni una competición: no hay metas ni se trata de demostrar nada o de “dar la talla”. 
  • No aceptes exigencias: cualquier caricia es siempre un regalo que ofreces voluntariamente.
  • Evita las prisas. En lugar de “ir al grano” dedica tiempo al deseo y a la relación.
  • La sexualidad es como un viaje donde lo importante no es la llegada sino el camino: no hay por qué centrarse en la búsqueda del orgasmo.

 

 

Anticonceptivos

 

Estos son los métodos anticonceptivos que puedes utilizar si has recuperado la menstruación tras los tratamientos.

DIU (Dispositivo intrauterino)

Es un pequeño dispositivo que el médico coloca en el útero y que impide el paso de los espermatozoides. Está hecho de metal flexible (cobre o plata) o plástico y dos hilos. Los hay de distinta forma y tamaño. Dificulta el paso de los espermatozoides hacia las trompas, impidiendo la anidación del óvulo en el caso de que hubiera habido fecundación, y produciendo determinados cambios en el útero que evitan el embarazo.

Tiene una elevada eficacia, siempre que se utilice correctamente. Una de sus ventajas es que al llevarlo siempre puesto, implica un menor riesgo de olvidos. Existe otro tipo de DIU, liberador de hormonas, hecho de plástico y que libera de manera constante pequeñas cantidades de gestágeno (un tipo de hormona sexual).

 

Diafragma

Se trata de un capuchón de caucho flexible, látex o silicona, y de forma circular que cubre el cuello del útero y parte de la pared vaginal. La mujer lo inserta en su vagina e impide el paso de los espermatozoides. Siempre se debe combinar su uso con espermicidas.

 

Preservativo femenino

Es una funda de poliuretano que se ajusta a las paredes de la vagina y funciona de forma similar al preservativo masculino, estableciendo una barrera que evita la penetración de los espermatozoides. Su eficacia es elevada si se utiliza sistemática y correctamente.

 

Preservativo masculino

Es una funda de látex que debe colocarse en el pene erecto antes de la penetración. Si se utiliza correctamente, tiene una elevada efectividad en la prevención del embarazo y de las enfermedades de transmisión sexual.

Píldora y otros anticonceptivos hormonales

No es recomendable ningún anticonceptivo que implique administración de hormonas (píldora, parche, implante o anillo mensual).

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