Hace 8 años

Hola de nuevo. Habia puesto la continuación en el testimonio anterior. Creo que asi es mas correcto.
A ver si me aguentais de nuevo.
LA OPERACIÓN Y DEMÁS SUCESOS HOSPITALARIOS.
Estoy ya de vuelta en casa, por lo tanto este capítulo lo escribiré de memoria.
El domingo, por fin, ingreso en el hospital. Una vez hecha la entrada, me dirijo a la habitación. Nada más llegar tengo una pequeña discusión con la enfermera. Me dice que me va a poner la “vía”. Le pregunto: ¿pero es que es necesario inyectarme algo hoy?. No, me responde, pero es por si acaso. O sea, porque sí y por seguir el protocolo. No quiero poner problemas y me dejo afeitar medio brazo. Total que ahí estoy con una aguja clavada toda la noche para nada. Ya empezamos.
A las seis de la mañana del lunes me despiertan. Debo ducharme con un jabón especial, quedarme en bolas, y meterme en la cama. Así lo hago y a las siete y cuarto viene un celador, me afeita la barriga y bajamos al quirófano. Entro en seguida. Es un quirófano moderno. Da seguridad. Me rodean la anestesista y varias enfermeras. Aparece el cirujano. Me saluda. Me pinchan y… empieza la cosa (aunque yo no me entere)
He de decir que nunca en mis anteriores intervenciones quirúrgicas (esta es la novena) había entrado con la tranquilidad que he tenido en esta. Tal vez ha sido porque no había opción. Las anteriores eran traumatológicas y podía escoger entre seguir con algo roto (ya se arreglará como pueda y sepa) o arreglarlo de una forma más correcta, aunque artificial. Esta vez era escoger entre “cascarla” o salir adelante. En fin…
Me despierto en la sala de recuperación. Todo ha terminado. Pregunto si llevo la temida bolsita de caca. Me dicen que no. De todas maneras me toco por la zona. No hay nada. Bien, otra preocupación menos. Estoy con goteros (dos o tres) por los que me inyectan varias cosas; calmantes, suero, etc. etc. Me adormilo y pasa la tarde.
A ratos aparecen mi esposa y mi hijo a verme. Los tranquilizo y les digo que me encuentro bien. Como me dejarán allí toda la noche, les aconsejo que se marchen a casa a dormir. En la habitación que me han asignado solo hay un sillón con aspecto bastante incómodo. Así lo hacen y pasa la noche.
Al día siguiente me suben a la habitación. No siento dolor ni molestia alguna (luego me enteré que, entre otras cosas, me habían inyectado un pequeño “chute” de morfina) Mi esposa ya está allí.
A media mañana aparece el cirujano con su cohorte de alumnos y alumnas. Hablamos un ratito. Me dice que ha tenido que quitar unos veinticinco centímetros de intestino. Que el tumor era muy grande y lo han llevado a analizar para su exploración, acompañado de unos veintiséis ganglios que han salido pegaditos al susodicho trozo. Me destapa y quita los apósitos. Explica a los acompañantes lo que ha hecho.
Afortunadamente pudo emplear la laparoscopia para la intervención, pero tuvo que abrir una especie de cesárea, de casi doce centímetros, para poder extraer la “morcilla”. Tengo grapas por todos los lados y agujeros por todas partes, además de una bolsita para el drenaje.
Me doy cuenta de que, mis partes “pudendas”, están al descubierto ante los ojos de todos y todas. Creo que en ese instante dejaron de ser pudendas para convertirse en “algo más” que está ahí. Bueno, una preocupación menos, como decía Forrest Gump.
Ya no me ponen más apósitos. Se queda todo al aire y me encuentro más cómodo. Únicamente me molesta mucho la sonda urinaria que me han puesto. Es la primera vez. Le pregunto hasta cuando tendré que llevar esa historia. Me dice que mañana, casi seguro, me la quitan porque me encuentra muy bien. Ojalá sea cierto.
Sigo con los goteos. No debo beber agua en un par de días, pero afortunadamente estoy bien hidratado. Pasa un día más entre adormilaciones varias. ¿Os habéis dado cuenta de que, en un hospital, nunca se puede dormir?. Cuando no es el termómetro, es el cambio de bolsa gotera, la toma de tensión, la pregunta de: ¿estás bien?. En fin, que no hay quien duerma más de tres horas seguidas. ¡Ah! Y siempre dejan la puerta abierta cuando se marchan. ¡Coñe!
Efectivamente me quitan la sonda urinaria ¡Que alivio! Y empiezo a levantarme para ir al retrete (solo líquido). Cogemos una tarjeta para la tele. Es de pago y no me parece mal. Me entretengo un poco viendo la “caja tonta” mientras pasan las horas. Mi esposa ha dormido en ese mencionado sillón de aspecto incómodo. Efectivamente lo era. Menos mal que duerme estupendamente.
Empiezo mis paseítos por los pasillos del hospital, acompañado por mi esposa o alguno de mis hijos y, por supuesto, por lo que yo llamo el “árbol de navidad”. Esa especie de columna con ruedas, de la que cuelgan distintas bolsas, y que llevas enganchada continuamente. Sigo sin comer nada sólido.
El cirujano me visita cada día, con su cohorte. Examina el asunto y se muestra satisfecho. Me dice que al sexto día empezaré con una dieta líquida y blanda, a ver que tal va la cosa.
Mientras tanto, en la tele, veo repetitivamente un anuncio en el que cae una loncha fresca de jamón de york recién cortado sobre otras que se encuentran en un plato. Se me hace la boca agua. Es como el suplicio de Tántalo.
Empiezo a comer un poco al sexto día. Puré y líquidos. A las doce horas me encuentro “raro”, me levanto e imito a la niña del exorcista con una vomitera tremenda. Vienen las enfermeras, me cambian (incluso las sábanas, que no se salvaron) Me dicen que no me preocupe, que es absolutamente habitual y normal. Bueno…
Al día siguiente pasa lo mismo y, en la visita del cirujano, se lo comento. Ya estaba informado por la enfermeras que, por cierto, TODAS trabajan de una forma impecable (excepto en eso de no cerrar la puerta) Me dice que vuelvo a la dieta absoluta un par de días más y que considera ponerme una sonda nasogástrica. Me niego en rotundo. Le digo que puedo estar sin comer (incluso sin jamón de york del anuncio) varios días, pero que de sonda… Nanai.
Pasan dos días más. Vuelvo a comer y, esta vez, lo admito sin problemas. El intestino se ha puesto en marcha de nuevo. ¡Bien!. Un par de días más, ya con comida sólida (esas “exquisiteces” de los hospitales) y me dan la mejor de las noticias: ¡me voy a casa! Habían pasado once días desde que ingresé.
Ahora solo falta saber el resultado del análisis y si va a haber quimio o no.
Seguiremos informando.
Hace 8 años

Buenas noches, me encanta como relatas las cosas. Esperó que hayas comido fantásticas lonchas de jamón york, con toda tu familia al lado, y con tu mujer en un colchón maravilloso. Esperó que todo salga bien, estaré atenta al siguiente parte. Un abrazo

Hace 8 años

La salida del ojo del huracán ha sido por la puerta grande!! Estupendo! Je je , cuando leía lo de tus "partes pudendas" me acordaba de mi madre. Ella, que siempre fue muy recatada con "sus cosas" , también acabó enseñando todo sin ningún complejo...pobre! Decía: me han visto tantos el culo que ya me da igual a quién se lo enseño,... En fin, vale más tomárselo con humor. Bueno, marinero, esperamos tu próxima aventura! Un abrazo

Hace 8 años

Buffff,

estas entregas se me hacen demasiado cortas de leer y demasiado largas las esperas del siguiente capítulo!

Quiero mássss :P

Besos y gracias nuevamente por compartir con nosotros!

Hace 8 años

Buenos días,

Acabo de leer tu segunda parte. Parece que de momento todo ha ido genial. Me alegro mucho.

Quedo a la espera de las noticias de la anatomía patológica. Cruzo los dedos.

Un beso para ti y los tuyos.

Hace 8 años

Hola Myky47. Me alegro de que todo haya ido bien. Ahora a esperar los resultados del análisis y mientras a seguir cogiendo fuerzas. Sigue con este optimismo y fuerza como hasta ahora. Un fuerte abrazo. Lavita.

Hace 8 años

Me alegro que todo vaya viento en popa y espero que no en encuentres mas tempestades. A la espera de que nos informes. Un abrazo. Por favor cierren la puerta al salir